Domingo 18 de Diciembre, 2011
Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor
Tú eres mi padre, el Dios que me protege
Primera
Lectura
Lectura
del segundo libro de Samuel (7,
1-5. 8-12. 14. 16)
Tan
pronto como el rey David se instaló en su palacio y el Señor le
concedió descansar de todos los enemigos que lo rodeaban, el rey dijo
al profeta Natán: “¿Te has dado cuenta de que yo vivo en una mansión
de cedro, mientras el arca de Dios sigue alojada en una tienda
de campaña?” Natán le respondió:
“Anda
y haz todo lo que te dicte el corazón, porque el Señor está contigo”.
Aquella
misma noche habló el Señor a Natán y le dijo: “Ve y dile a mi siervo
David que el Señor le manda decir esto:
‘¿Piensas
que vas a ser tú el que me construya una casa para que yo habite en
ella? Yo te saqué de los apriscos y de andar tras las ovejas, para
que fueras el jefe de mi pueblo, Israel. Yo estaré contigo en todo lo
que emprendas, acabaré con tus enemigos y te haré tan
famoso como los hombres más famosos de la tierra.
Le
asignaré un lugar a mi pueblo, Israel; lo plantaré allí para que
habite en su propia tierra. Vivirá tranquilo y sus enemigos ya no lo
oprimirán más, como lo han venido haciendo desde los tiempos en
que establecí jueces para gobernar a mi pueblo, Israel. Y a ti,
David, te haré descansar de todos tus enemigos.
Además,
yo, el Señor, te hago saber que te daré una dinastía; y cuando tus
días se hayan cumplido y descanses para siempre con tus
padres, engrandeceré a tu hijo, sangre de tu sangre, y consolidaré
su reino. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Tu
casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí, y tu trono
será estable eternamente’ ”.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
Salmo
Responsorial Salmo 88
Proclamaré
sin cesar la misericordia del Señor.
Proclamaré
sin cesar la misericordia del Señor y daré a conocer que su
fidelidad es eterna, pues el Señor ha dicho: “Mi amor es
para siempre y mi lealtad, más firme que los cielos.
Un
juramento hice a David, mi servidor, una alianza pacté con mi
elegido: ‘Consolidaré tu dinastía para siempre y afianzaré tu trono
eternamente’.
El
me podrá decir: ‘Tú eres mi padre, el Dios que me protege y que me
salva’. Yo jamás le retiraré mi amor, ni violaré el juramento que le
hice”.
Segunda
Lectura
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (16,
25-27)
Hermanos:
A aquel que puede darles fuerzas para cumplir el Evangelio que
yo he proclamado, predicando a Cristo, conforme a la
revelación del misterio, mantenido en secreto durante siglos, y
que ahora, en cumplimiento del designio eterno de Dios,
ha quedado manifestado por las Sagradas Escrituras, para atraer
a todas las naciones a la obediencia de la fe, al Dios único,
infinitamente sabio, démosle gloria, por Jesucristo, para siempre.
Amén.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
Evangelio
†
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (1,
26-38)
Gloria
a ti, Señor.
En
aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de
Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la
estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.
Entró
el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia,
el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho
y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.
El
ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios.
Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús.
El será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le
dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob
por los siglos y su reinado no tendrá fin”.
María
le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que no conozco
ningún varón?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá
sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso,
el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios.
Ahí
tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un
hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay
nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava
del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel
se retiró de su presencia.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, que el
Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo
habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del
mundo por medio de la acción del Espíritu Santo, en la espera gozosa del Señor
que viene.
En la lectura del segundo libro de Samuel se
nos presenta una profecía en la cual Dios le dará una descendencia a David, es
decir, el linaje de David permanecerá sobre el trono de Israel. Tal promesa
la tradición interpretará en relación al Mesías, y este como hijo y descendiente
del Rey David. Los evangelistas Mateo y Lucas muestran en sus genealogías a un Jesús
descendiente del linaje David, y además se usa el título cristológico “Hijo de
David” para hablar del Mesías Jesús; por tanto, Jesús es el Mesías esperado de
los tiempos en el cual se cumplen las promesas de Dios.
El salmo 88 vuelve a
confirmar lo de la primera lectura: “Un
juramento hice a David, mi servidor, una alianza pacté con mi
elegido: ‘Consolidaré tu dinastía para siempre y afianzaré tu trono
eternamente’.
El me podrá decir: ‘Tú eres mi padre, el Dios
que me protege y que me salva’. Yo jamás le retiraré mi amor, ni
violaré el juramento que le hice”.
La segunda lectura, de la carta de Pablo a los
Romanos, dirige una oración de alabanza a Jesucristo, en quien Dios revela
el misterio mantenido oculto por siglos y que ahora ha sido dado a conocer a
todos. Jesús mismo nos revela el rostro del Padre y es salvación para todos los
hombres.
En el evangelio leemos el anuncio del ángel a María donde
se le pone de manifiesto que será la madre de Jesús, pero María, antes de
concebir en su seno, concibió a Jesús en su corazón, pues con su actitud de escucha
de la palabra de Dios, se convierte en discípula y misionera, porque es capaz
de reconocer la acción de Dios en su vida y en la historia. María recibe el
anuncio del ángel y se sorprende pero reconoce la acción de Dios y le dice sí.
Si bien el niño que nacerá de María es el Salvador, el
Mesías, Dios no quiere pasar por encima de la voluntad humana y espera el “Sí”
de María para poder realizar su obra. Es el misterio de la encarnación. María
es la mujer que vive encarnada en la historia de su tiempo y de su pueblo, y
por eso la encarnación de Jesús en ella hace que María viva en manera especial
la acción de Dios en la historia como historia de salvación.
El tiempo del Adviento es un tiempo de espera dichosa en
la Natividad. Para nosotros cristianos preparar y celebrar la Navidad es asumir
la misma dinámica que vivió María en su “Sí” a Dios: es vivir encarnados en las
realidades de nuestro tiempo en la actitud de escucha atenta y activa de la
Palabra de Dios que viene a encarnarse en nuestros corazones para regalarnos su
redención. Amén.
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