martes, 13 de diciembre de 2011

Cuarto Domingo de Adviento – Ciclo B


Domingo 18 de Diciembre, 2011

Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor
Tú eres mi padre, el Dios que me protege

Primera Lectura
Lectura del segundo libro de Samuel (7, 1-5. 8-12. 14. 16)
Tan pronto como el rey David se instaló en su palacio y el Señor le concedió descansar de todos los enemigos que lo rodeaban, el rey dijo al profeta Natán: “¿Te has dado cuenta de que yo vivo en una mansión de cedro, mientras el arca de Dios sigue alojada en una tienda de campaña?” Natán le respondió:
“Anda y haz todo lo que te dicte el corazón, porque el Señor está contigo”.
Aquella misma noche habló el Señor a Natán y le dijo: “Ve y dile a mi siervo David que el Señor le manda decir esto:
‘¿Piensas que vas a ser tú el que me construya una casa para que yo habite en ella? Yo te saqué de los apriscos y de andar tras las ovejas, para que fueras el jefe de mi pueblo, Israel. Yo estaré contigo en todo lo que emprendas, acabaré con tus enemigos y te haré tan famoso como los hombres más famosos de la tierra.
Le asignaré un lugar a mi pueblo, Israel; lo plantaré allí para que habite en su propia tierra. Vivirá tranquilo y sus enemigos ya no lo oprimirán más, como lo han venido haciendo desde los tiempos en que establecí jueces para gobernar a mi pueblo, Israel. Y a ti, David, te haré descansar de todos tus enemigos.
Además, yo, el Señor, te hago saber que te daré una dinastía; y cuando tus días se hayan cumplido y descanses para siempre con tus padres, engrandeceré a tu hijo, sangre de tu sangre, y consolidaré su reino. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí, y tu trono será estable eternamente’ ”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 88
Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor y daré a conocer que su fidelidad es eterna, pues el Señor ha dicho: “Mi amor es para siempre y mi lealtad, más firme que los cielos.

Un juramento hice a David, mi servidor, una alianza pacté con mi elegido: ‘Consolidaré tu dinastía para siempre y afianzaré tu trono eternamente’.

El me podrá decir: ‘Tú eres mi padre, el Dios que me protege y que me salva’. Yo jamás le retiraré mi amor, ni violaré el juramento que le hice”.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (16, 25-27)
Hermanos: A aquel que puede darles fuerzas para cumplir el Evangelio que yo he proclamado, predicando a Cristo, conforme a la revelación del misterio, mantenido en secreto durante siglos, y que ahora, en cumplimiento del designio eterno de Dios, ha quedado manifestado por las Sagradas Escrituras, para atraer a todas las naciones a la obediencia de la fe, al Dios único, infinitamente sabio, démosle gloria, por Jesucristo, para siempre. Amén.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (1, 26-38)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.
Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.
El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.
María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que no conozco ningún varón?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo, en la espera gozosa del Señor que viene.
            En la lectura del segundo libro de Samuel se nos presenta una profecía en la cual Dios le dará una descendencia a David, es decir, el linaje de David permanecerá sobre el trono de Israel. Tal promesa la tradición interpretará en relación al Mesías, y este como hijo y descendiente del Rey David. Los evangelistas Mateo y Lucas muestran en sus genealogías a un Jesús descendiente del linaje David, y además se usa el título cristológico “Hijo de David” para hablar del Mesías Jesús; por tanto, Jesús es el Mesías esperado de los tiempos en el cual se cumplen las promesas de Dios.
            El salmo 88 vuelve a confirmar lo de la primera lectura: “Un juramento hice a David, mi servidor, una alianza pacté con mi elegido: ‘Consolidaré tu dinastía para siempre y afianzaré tu trono eternamente’.
El me podrá decir: ‘Tú eres mi padre, el Dios que me protege y que me salva’. Yo jamás le retiraré mi amor, ni violaré el juramento que le hice”.
            La segunda lectura, de la carta de Pablo a los Romanos, dirige una oración de alabanza a Jesucristo, en quien Dios revela el misterio mantenido oculto por siglos y que ahora ha sido dado a conocer a todos. Jesús mismo nos revela el rostro del Padre y es salvación para todos los hombres.
            En el evangelio leemos el anuncio del ángel a María donde se le pone de manifiesto que será la madre de Jesús, pero María, antes de concebir en su seno, concibió a Jesús en su corazón, pues con su actitud de escucha de la palabra de Dios, se convierte en discípula y misionera, porque es capaz de reconocer la acción de Dios en su vida y en la historia. María recibe el anuncio del ángel y se sorprende pero reconoce la acción de Dios y le dice sí.
            Si bien el niño que nacerá de María es el Salvador, el Mesías, Dios no quiere pasar por encima de la voluntad humana y espera el “Sí” de María para poder realizar su obra. Es el misterio de la encarnación. María es la mujer que vive encarnada en la historia de su tiempo y de su pueblo, y por eso la encarnación de Jesús en ella hace que María viva en manera especial la acción de Dios en la historia como historia de salvación.  
            El tiempo del Adviento es un tiempo de espera dichosa en la Natividad. Para nosotros cristianos preparar y celebrar la Navidad es asumir la misma dinámica que vivió María en su “Sí” a Dios: es vivir encarnados en las realidades de nuestro tiempo en la actitud de escucha atenta y activa de la Palabra de Dios que viene a encarnarse en nuestros corazones para regalarnos su redención. Amén.

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