miércoles, 29 de octubre de 2008

DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO Año A


LITURGIA DE LA PALABRA

Primera Lectura Ex 22,20-26
Salmo Responsorial Salmo 17
Segunda Lectura 1 Tes 1,5c-10
Evangelio Mt 22,34-40

COMENTARIO A LA PALABRA DE DIOS:

Una vez mas Jesús es interrogado y puesto a prueba por un doctor de la Ley, alguien que conocía muy bien la Ley porque era un estudioso de ella. La pregunta que la hace a Jesús es un poco difícil si se tiene en cuenta la cantidad de preceptos y leyes que debían cumplir y aplicar los judíos. Pero Jesús no da rodeos, va directamente a la médula, a lo esencial de la Ley, el amor total y pleno de toda la persona hacia Dios, y el amor a Dios traducido en amor a uno mismo como al prójimo. De estas dos prescripciones dependen el resto, ellas dos sotienen la Ley y los Profetas. Este amor no viene sino de Dios mismo, que es el que habla a su pueblo con claridad dando normas concretas de cómo comportarse en este amor hacia el prójimo, pues parece que si este amor no se traduce en obras, en amor concreto al prójimo, no es amor verdadero y pleno a Dios. Es por eso que el Señor, Dios de Israel pide que no se moleste al forastero, pues también ellos han sido forasteros en Egipto; pide no maltratar a la viuda y al huérfano, pues Él escucha la súplica de los oprimidos; pide que se use bien del dinero, que no se haga usura con el dinero prestado, y ser atento con el indigente; si alguno te presta su manto, sé honesto, devolviéndoselo. Pues si no se vive esto, significa que el amor a Dios es falso.
Nuestro amor a Dios va junto al amor al prójimo, en un amor a uno mismo. Es decir, el sentirnos amados por Dios como Dios nos ama nos lleva a amarnos a nosotros mismos y a obrar con nuestro prójimo de acuerdo a este amor.
No hay amor más grande que el dar la vida y amar a los demás como lo hizo Cristo.
“Yo te amo, Señor, mi Fortaleza, mi roca, mi liberador.
Mi Dios, mi refugio en quien confío; mi escudo, mi salvación”.

No hay comentarios.: