lunes, 29 de diciembre de 2008

LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ


DOMINGO DE LA OCTAVA DE NAVIDAD
Año B - Fiesta
LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas: Gn 15,1-6; 21,1-3; Sal 104; Eb 11,8.11-12.17-19; Lc 2,22-40

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy la Iglesia nos invita a meditar sobre la Sagrada Familia de Jesús, María y José.
Las lecturas no hablan tanto de la familia, o de la Sagrada Familia, sino de actitudes diversas. Nos ponen el ejemplo de la Sagrada Familia, pero también de la familia de Abrahám, el Padre de la fe.
La primera lectura dice que Dios se dirigió a Abrahám, en una visión, donde le decía que no debía temer, que Él era su escudo y que de él nacería una descendencia tan grande como las estrellas del cielo o la arena del mar. Y así fue, por fe Abrahám creyó y obedeció; lo mismo Sara, su esposa, por fe llegó a ser madre del hijo prometido, el hijo de la descendencia.
Estos hermosos textos nos maestran una realidad que muchas veces se nos escapa de las manos, o si bien la conocemos, no llegamos a tomar conciencia. Y es que en la vida diaria, en la vida de familia, en lo cotidiano, hay una realidad de fe grande y profunda, donde Dios actúa de acuerdo a nuestra disponibilidad, así sucedió con Abrahám, con Sara, y con tanto personajes bíblicos y demás personas que supieron contemplar en sus vidas este aspecto.
Muchas veces pensamos que podemos manejar la realidad, y nos cansamos en ciertos momentos al no poder solucionar los problemas, al no poder ver los aspectos de la familia en total armonía, y por más que nos empeñamos, no lo logramos, por eso es necesario darnos cuenta de esto, y saber que la familia, los esposos, los hijos… son una realidad bendecida por Dios. Los hijos, por ejemplo, no son un derecho, son un regalo de Dios.
Pero el Evangelio nos deja otra enseñanza, pues María y José llevaron al recién nacido –Jesús- para presentralo en el templo, y María para hacer sus rituales de purificación. Todo esto nos habla de una familia que vive bajo la ley de Dios, que vive bajo su mirada, pero eso no es todo…
El testimonio de Simeón y de Ana, estos dos ancianos que esperaban la liberación de Israel, y vivían en la presencia de Dios, supieron descubrir en ese niño pequeño al Mesías esperado.
En el seno familiar, donde se desarrola, vive y crece cada miembro, es necesario contemplarla como lugar de la presencia de Dios, como un pequeño templo dedicado a Dios, sólo así cada miembro sabrá vivir desde Dios y descubrir en el otro su presencia, que crea comunión, más allá de los problemas y dificultades.
Hoy vivimos tiempos donde la familia poco a poco se va destruyendo, donde se vive bajo un mismo techo pero sin un punto de encuentro y de crecimiento verdadero, donde cada uno llega a veces a ser un desconocido para el otro, y así se crean distancias, desencuentros, peleas, separaciones… a tal punto que el diálogo no llega a existir más y todo queda a la deriva. Las consecuencias son destructivas.
Pero… ¡¿Qué podemos hacer por salvar a la FAMILIA?!
¿Qué hacer para que la familia entera crezca –como Jesús con los suyos- en fortaleza, sabiduría y en gracia de Dios?
La respuesta está en contemplar a la familia de Nazareth, en imitar quella virtudes que crean comunión y diálogo, en fortalecer los vínculos, en el respeto y la escucha, en fin, son tantos los medios, lo importante es que vivamos convencidos de ello y lo sepamos hacer realidad.
Que la Sagrada Familia bendiga a las familias de todo el mundo, en especial las que más sufren y se encuentran en dificultad.
Defendamos la familia, no nos dejemos vncer por el mal que la destruye, seamos motivo de edificación.
¡Muy felices fiestas en esta Navidad!

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